martes, 3 de enero de 2023

El septuagenario (Cuentonimio)

 

El septuagenario sube lentamente el microbús de pasajeros. Viste unos radiantes pantalones vinotinto, una camisa azul marino y un lazo extravagante y de gran tamaño color rojo que hace las funciones de corbata. 

Sonríe a los pasajeros, parado en el extremo del pasillo, al lado del conductor, mientras el colectivo sigue su marcha. Levanta su voz para dirigirse a los presentes, pero su tono apenas es audible en los asientos posteriores de la pequeña unidad, por lo que el chofer apaga el reproductor que a gran volumen los martirizaba, lo que produce una automática atención al anciano, que entre algunas cosas dice ser un payaso ya retirado, solitario ante la pérdida de sus seres queridos, poeta de inspiración y que se encuentra allí para ofrecer versos a cada uno de los presentes, esperando ser ofrendado por estos.

Desde uno de los asientos cercanos a donde se encuentra, un niño con candor en su mirada le da una moneda y el anciano, como haciendo una retrospectiva a su pasado rodeado de los pequeños inocentes, le acaricia la cabeza y le declama un verso, saliendo boyante del reto impuesto a la memoria.

Por minutos cada uno recibe los rítmicos versos improvisados que salen del alma del anciano, quien agasaja en algunos casos la profesión de los que lucen ropas de trabajo y en otros la belleza de las damas o la elegancia de los caballeros, sin dejar  a un lado la grandeza de Dios ni las historias inventadas para los pequeños.

Al final recibe algunos aplausos y pocas colaboraciones monetarias y agradeciendo a todos, aún a  los que no le dieron nada, aprovecha una parada del colectivo para bajarse a esperar uno nuevo en el que tal vez corra mejor suerte.

Es duro esperar el final de los días deambulando entre rostros extraños, quienes la mayoría no comprenden las bromas del destino, pero prefiere usar su talento que mendingar un trozo de pan o rogar a algún empresario por un mediocre trabajo.

viernes, 22 de abril de 2011

Rosalba (Nimio relato)

Rosalba ve desde su casa situada en las colinas como el mar se agita violentamente, creando gruñidos audibles aun en la distancia en que se encuentra.
Durante años ha contemplado esa extensión azul verdosa que rodea la pequeña isla donde se residenció para pasar sus últimos años de vida, tras una existencia agobiante y estresante en la ciudad donde nació.
Se deslastró de sus apegos sentimentales para exilarse en ese rincón del Pacifico donde el tiempo ha pasado lento, logrando encapsular las maravillas naturales y ofreciendo esa tranquilidad indispensable para que esa aura de paz lo envuelva todo y los pulmones logren purificarse ante la no presencia del smog citadino.
La madrugada trajo sobresalto ante la percepción de un movimiento telúrico que no logró crear temor pero si alarma y que activó la sirena colocada para esos casos.
Puede ver como las pequeñas embarcaciones pesqueras son arrastradas fuera del agua y como muchos de los habitantes de ese sector se van transportando en colectivos improvisados hacia el sectores más altos, ante el temor que las olas irrumpan arrasándolo todo.
En pocos minutos el sol da paso a una semioscuridad cargada de aire frio y de vientos que se tornan más violentos y desde el balcón, con asombro, solo le alcanza el tiempo para ver como el mar, formando una gran mano que rodea toda la extensión, engulle como un dragón hambriento todo, haciendo desaparecer las calles y transformando las casas, incluso las que se creían suficientemente altas, como la de ella, en naipes de mago, despareciéndolas.
Solo minutos han sido suficientes para que la naturaleza transforme la isla en un cementerio.

domingo, 2 de enero de 2011

Hola me llamo Julián (Cuento de Navidad)

Es 24 de diciembre y en el pueblo el bullicio forma parte del día, las compras de última hora hacen que casi todos en algún momento se topen en algún negocio o en la calle.
Julián, quien vive en las afueras, se ha encomendado una misión importante y mientras su madre se ocupa de alguna cosa, él con su mejor sonrisa se acerca a cada una de las personas que se encuentran allí y le dice.
-¡Hola!, me llamo Julián. Si ven un señor gordo, con barba blanca y vestido de rojo, por favor díganle que pase por mi casa, que he armado un árbol de navidad hermoso para que cuando vaya a llevarme mi regalo lo contemple y le pida un deseo.
Todos lo miran con una sonrisa y le responden.
-Seguro que sí.
El anciano que vende dulces le pregunta.
-¿Qué regalo le has pedido?
-Una bicicleta azul con ruedas de colores y una cuerda para saltar.
-¿Y te has portado bien todo el año?
-Sí, ya voy al colegio.
-Cuando pase por la casa en la noche le daré tu mensaje.
Sorprendido le pregunta.
-¿Le llevará regalos a usted?
-Claro.
Por unos segundos piensa y luego con cara de confusión le dice:
-¿También a la gente grande les lleva regalos ese señor?
Hablando pausadamente le responde.
-A todos les lleva algo. A los niños juguetes, a los mayores les regala cosas que los hacen felices, como la visita de sus hijos o familiares, el encuentro con amigos, las bendiciones de todos y muchas cosas más que entenderás cuando crezcas.
En ese momento llega su mamá y el dice al anciano.
-Espero que el niño no le haya fastidiado.
Sonríe y responde.
-No señora.
Ya en casa Julián le pregunta a su mamá.
-¿Qué regalo te traerá a ti?
Ella lo abraza y le dice.
-Tú eres el mejor regalo de mi vida y poder abrazarte cada año será siempre algo que no tendrá comparación.

lunes, 17 de mayo de 2010

Desde mi soledad (Nano epistola)

Te escribo desde mi soledad y te invito a que unas la tuya a ella, para que nuestras alas nos lleven a descubrir lo maravilloso que puede significar el que volemos juntos hacia la felicidad.
Tal vez no te esperes esta propuesta, pero cuando estoy contigo el mundo parece pequeño y la vida tiene un color que se refleja en las pupilas de tus ojos cuando me miras y descubres que detrás de esta armadura de hombre taciturno y rebelde, naufrago ante la caricia invisible de tu cuerpo que irradia la paz que necesito para sobrevivir y que adivino compartes conmigo.
Hay magia en tus labios que hacen desaparecer el temor a repetir errores del pasado y fuego en tus manos que me transforman en antorcha que sucumbe al frenesí que nos embarga, cuando nos olvidamos de todo y convertimos este amor en esencia que nos absorbe y anula.
Esta experiencia es nueva para mí y quiero repetirla hasta que mis huesos descansen en la eternidad. ¿Quieres acompañarme?

domingo, 18 de abril de 2010

Mis hijos

Mis hijos son la pluma
que escribe la historia
del transitar efímero
de mi existencia.
Rayos de luz
que brindan su energía
irradiando el esplendor
de eternos días.
Motores que impulsan
mis anhelos y bastones
que mantienen firmes
los trastabillantes pasos
que sobreviven a caminos
tortuosos que los obstaculizan.
Son la magia divina del creador

domingo, 6 de diciembre de 2009

Jo, jo, jo, jo

Es navidad.
Todos duermen.
El bullicio de la fiesta se ha ido apagando y el silencio se ha apoderado de la ciudad.
Tendido en el sofá, aún bajo los efectos del alcohol ingerido, David despierta.
Unos ruidos en la chimenea le alertan sobre la posibilidad de que algún intruso intente robarlos, por lo que busca su viejo rifle de caza y aguarda.
Por momentos todo parece volver a la normalidad mientras sus ojos luchan para mantenerse abiertos.
El chirrido de un auto que frena violentamente en la calle casi le hace disparar el arma.
Por un instante voltea hacia la ventana y cuando su vista regresa a la chimenea ve la sombra de la figura que se proyecta frente a ella.
Una risa que le suena macabra le pone la piel de gallina.
-Jo jo jo jo
Los rojos ojos brillan en la oscuridad y lo observan de una forma irónica.
Cierra los suyos y aprieta el gatillo.
El ruido de la detonación le hace saltar de miedo y el arma cae al piso.
El ambiente se torna extraño y un frio glacial penetra sus huesos.
Tiembla de terror ante lo acontecido.
Sus ojos se agrandan, las pupilas se le dilatan, la frente se le arruga y los labios se le estiran horizontalmente ante el flui r de la adrenalina que pareciera eliminar los efectos del alcohol.
Parado en la chimenea, brotando sangre, el cuerpo de un hombre voluminoso, cuyos ojos se han cerrado permanece esperando.
¿Cómo ha podido entrar por tan estrecho espacio alguien de contextura tan gruesa?
¿Estará muerto?
Se arma de valor y camina hacia donde se encuentra el intruso.
Viste de rojo, su cara está poblada de una larga y espesa barba y un grueso bigote blanco.
Sacude la cabeza con intención de salir de ese sueño que cree estar viviendo pero sigue allí parado frente a alguien que hasta hoy pensó que no existía y que como cosa curiosa ha matado.
El ruido de la detonación despierta a todos y desde el segundo piso, lugar donde se encuentra los dormitorios su hermano grita.
-¿Qué ocurre? ¿Estás bien David?
Saca fuerzas de su miedo y caminando hacia la escalera grita.
-Estoy bien.
Ya este baja y detrás suyo la esposa y sus dos hijos, uno de diez y otro de ocho años.
-¿Qué fue ese disparo?
Baja la cabeza y dice.
-He matado a San Nicolás.
Todos se detienen como si las palabras contuvieran un aviso de pare.
-¿Qué dices?
-Lo que has oído. Está muerto en la chimenea.
La familia va hasta el lugar indicado por David, quien se queda algo rezagado.
En el piso se encuentra el rifle.
-Vete a dar un baño, estás borracho, acá no hay nadie.
Sorprendido constata lo dicho por su hermano.
Está seguro que no está borracho y que lo ha matado, pero el cuerpo se ha esfumado.
Todos suben nuevamente y se echa de nuevo en el sofá.
Cuando mira a la chimenea lo vuelve a ver, brotando sangre y riéndose.
-jo jo j jo.

domingo, 21 de junio de 2009

Tú Dios no es el mío

Tu Dios no es el mío,
el tuyo pide pleitesía,
adoración, obligación,
atención, oración
y hasta sacrificio.

El mío solo amor,
sin circunstancias
que lo limiten ,
ni condiciones
para regalarlo.

El tuyo tiene historia,
pasado, presente,
futuro, rostro,
vida, muerte
y resurrección.

El mío es eterno,
dueño sin ser amo,
omnipresente y fiel,
amigo sin pedirme nada
y nunca ha muerto.

Tu Dios no es el mío,
hay razones que lo separan
y acciones que los limitan,
y mientras tú te afanas por él
sin temores existo para el mío.
 
Literatura