lunes, 23 de junio de 2008

Coleccionista

La diminuta minifalda negra, resalta unas largas y bien torneadas piernas blancas, propias de alguna escultura griega.Parada al borde de la carretera, cuando la noche comienza a devorarse a la tarde, su grácil figura es una carnada perfecta para algún depredador nocturno.Un vehiculo deportivo rojo se detiene.-¿A dónde vas?Lo mira a los ojos, es un joven atractivo, de pardos ojos y contextura atlética, sin dudas un buen ejemplar para cabalgar de lujuria las próximas horas.-¿A dónde deseas ir? –le responde desafiándolo.La respuesta lo toma por sorpresa pero sus ojos, clavados entre el generoso escote, ya saborean el néctar dulcineo de sus pezones.-¿Qué tal si visitamos juntos el cielo?Le sonríe con picardía, pasando la lengua por los labios pintados de rojo fuego y abre la puerta, dejándose caer con soltura en el asiento, obligándolo a emitir un suspiro, cuando vislumbra la ropa interior roja que se asoma prometedora.Cierra la puerta y lo reta.-¿A dónde íbamos?El magnetismo que emana hacia los hombres es sorprendente, cual una reencarnación de Cleopatra, ellos se rinden a sus encantos sin condiciones.Por unos minutos, mientras avanza el auto y la noche, ve como la mira de reojo, como el felino esperando el momento para devorarla, pero es ella quien toma la iniciativa, hurgando con sus dedos en sus pantalones y explorando con su boca los lugares prohibidos de su cuerpo, obligándolo a detener el auto, convirtiendo su cerebro en una estampida de testosteronas que lo anulan y transforman en un animal hambriento de sexo, que ella va complaciendo sentada a horcajadas sobre el, cabalgándolo y haciéndolo gemir de pasión y placer.-¡Bienvenido al cielo!- le dice mientras él explota eyaculando y la pequeña pistola calibre 22 que ella ha sacado dispara, incrustándole una bala entre las cejas matándolo.Ahora es un depredador menos en la jungla de la ciudad y uno mas para su colección.

José Rafael Hernández
 
Literatura